Por Brais Fernández, alumna del Máster en Periodismo de Viajes 2017.
Miramos por la ventanilla del avión y nos encontramos con una isla sin final. Tan grande que supera a la propia vista. Diferente al resto de islas, más pequeñas y curiosas. Partimos con unas expectativas y acabamos observando una realidad muy distinta. Montañas rocosas que se pierden en el horizonte. Un abanico de colores que oscilan entre el verdoso de los bosques y el color rojizo de la tierra. No es el lugar que imaginábamos. No ese ese lugar árido y rocoso típico de la Grecia continental. «Este paisaje cretense se asemejaba, pensé entonces, a la buena prosa: bien cincelada, exenta de superfluas riquezas, potente y contenida» expresaba el poeta cretense Nikos Kazantzakis en su obra Vida y hechos de Alexis Zorba. Creta es diferente.
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