Fushifaru (Atolón Lhaviyani, Maldivas). Si el paraíso existe, tomó algo de este lugar. Arena blanca. Silencio que sana. Colección infinita de azules turquesas.
Unas 1.200 islas dan forma a la República de Maldivas. Un país difícil de explicar. Esparcidos por el Índico, 26 atolones alimentan una colección islas, islotes y diminutas porciones de roca y coral que responde al tópico, al estereotipo y al lugar común. Polvo de coral blancos y rosados, aguas cristalinas, lenguas de arena. Habitadas, muchas. Deshabitadas, muchas más. No es sencillo relatar un país compuesto por tantos y tan hermosos trozos de vida. La primera decisión, desde Male, su abarrotada y ruidosa capital que anhela más tierra, es justamente escoger una isla.
La pequeña isla de Fushifaru es una excelente oportunidad de paladear el viaje como experiencia. Elegante, silenciosa, acogedora y serena. Antes de dejarla, sabrás que ya anhelas regresar. En la frontera nororiental del atolón Lhaviyani, este terruño aderezado de palmeras y roca ha de ser algo parecido al paraíso soñado, al edén escrito y descrito tantas y tantas veces.
Tras un vuelo de 35 minutos en hidroavión o en lancha desde alguna isla vecina, el visitante llegar a este lugar que ha sabido respetar la esencia del relato mágico de las mejores islas desiertas. Situada junto a una zona marina protegida nacional, el mar regala al curioso diversos espacios submarinos idóneos para disfrutar del paisaje de los fondos marinos.
Desde el corazón de la isla camino de fina arena conectan unas cabañas con acceso directo al mar con la empalizada que lleva a las casas que, sobre el mar, ofrecen unas vistas infinitas de un horizonte único. Por, eso, sentarse en silencio y mirar (que no es lo mismo que ver) resulta una actividad tan necesaria como gratificante. El ronroneo de las olas, el sonido de los pájaros y el susurro de las ramas de las palmeras articular una banda sonora que, desde ese día, siempre recordarás con una sonrisa. Y también, desde ese día, anhelarás volver para, una y otra vez, volver a degustar esa sensación que, no siempre, regalan los viajes: ser y estar.
Los desayunos que fusionan la gastronomía de las islas con las influencias de los países vecinos: India, Sri Lanka, Birmania… acaban de dar forma al hechizo. La cocina japonesa de alimentos braseados y aderezados con especias orientales es única. Las barbacoas en las playas cuando llega la noche invitan a la desconexión y son, sin duda, el mejor antídoto contra la velocidad de estos tiempos ansiosos y el estrés de ese mal llamado progreso. Algunos incluso se aventuran a paladear el incómodo, pero exótico desayuno flotante… La isla hace que todo valga la pena.
Paraíso del buceo, con o sin bombona, repentinamente el visitante se siente parte de un paisaje que lo atrapa para siempre. Y, cuando todo parecía idílico, aparece la oportunidad de disfrutar en soledad durante media jornada una lengua de arena que emerge enfrente del islote. Cuando todo parecía insuperable, lo excelente supera a lo mejor. No es barato viajar es este lugar. Pero vale la pena. Tampoco es sencillo lograr desconectar, reencontrarte o aprender a mirar desde la esencia. Hay otras islas y otros precios. Más de mil, pero solo algunas atesoran la virtud (osada) de lo inagotable. Piénsalo bien antes de ir porque, sin duda, contarás los días para volver. Recuerda: Fushifaru, la isla infinita.
DATOS BÁSICOS:
- Fushifaru
- Sitio web.
- Dirección: Fushifaru Maldives, Lhaviyani Atoll, Republic of Maldives.
- Teléfono: +960-662-0202 / +960-662-0303.