Por: Irene Mireia Vera Pérez, alumna del Máster en Periodismo de Viajes 2023.
Estudió Publicidad y Relaciones Públicas, aunque se acabó percatando de que lo suyo era la fotografía. Se define como una “amante de los bichos”, y tiene predilección por el lince ibérico. Natural de Sanxenxo, Galicia, es fácil encontrarse a Cristina viajando en furgoneta junto a su familia para retratar diversas especies. Su profunda sensibilidad le ha llevado a tener una norma de oro: que las únicas huellas que queden de su actividad como fotógrafa sean las que deje el animal.
¿Qué es lo más gratificante de tu profesión?
Sin duda, ver a los animales en su hábitat. No se trata solo de sacar fotografías, sino de observar cómo caza, cómo se alimenta, cómo interactúa con otros ejemplares de su especie… Me proporciona mucha paz. Para mí, los animales son seres inocentes. Si no hay personas que hablen en su nombre, ellos no se pueden defender.
La fotografía de fauna salvaje es compleja y existen muchas formas de abordarla. ¿Cómo es tu filosofía de trabajo?
Retrato lo que me encuentro por el camino con la mayor naturalidad posible. No cebo a los animales y tampoco recurro a los hides (refugios de camuflaje)de presa. Prefiero que mis fotos sean algo menos “perfectas” si eso significa no perjudicar en absoluto a ninguna especie.
¿Por qué decidiste priorizar la no- intrusión durante las sesiones por encima del resultado estético?
Cabe recordar que yo no soy especialista, veterinaria o bióloga: soy una simple fotógrafa. Por tanto, mi mejor opción es no intervenir. No quiero cargar con esa responsabilidad, porque no tengo los conocimientos y porque no me quiero arriesgar a que les suceda algo malo a los animales por mi culpa. No me lo perdonaría. Hay quien me dice que soy una exagerada; pero si hay una mínima posibilidad de dañar lo que amo, no me compensa hacer esa foto.
¿De dónde te viene este compromiso?
En esta cuestión soy muy sensible, lo que me lleva a perder oportunidades de sacar ciertas fotografías. Hay algunos fotógrafos que optan por preparar el paisaje y colocar comida para que el animal entre y poder retratarlo, pero yo no soy capaz.
«No soy especialista, veterinaria o bióloga: soy una simple fotógrafa. Mi mejor opción es no intervenir»
¿Sientes que esta sensibilidad puede chocar con algunas facetas de la profesión?
Sí. Me convertí en fotógrafa porque realmente adoro los animales, no por hacer postales. Esto ha provocado que me cueste situarme. También percibo que mi trayectoria profesional se ha visto muy sesgada porque me he ceñido a obtener las fotografías de manera natural, como a mí me gusta.
¿Es realmente compatible la “no interferencia” en el mundo animal con el desempeño de esta disciplina?
Creo que es imposible, porque desde el primer momento de ese encuentro el fotógrafo ya se ha adentrado en el terreno del animal. Aun así, hay una gran diferencia entre un contacto accidental (asustar sin querer a un zorro que rondaba la zona, por ejemplo) y una decisión voluntaria que fuerce hábitos en los animales con el fin de obtener la fotografía.
¿Cómo es el proceso creativo detrás de tus retratos?
Cuando salgo por los alrededores de mi casa, las fotografías ocurren por casualidad. Y cuando voy a desplazarme a un nuevo destino suelo investigar previamente sobre el tipo de fauna y paisajes. Conozco compañeros y empresas que me aconsejan sobre localizaciones clave. Asimismo, invierto tiempo en estar cerca del animal y valorar si está receptivo, si tiene crías, si está alterado, si está enfermo… Si el animal decide aproximarse por voluntad propia, saco la foto. De lo contrario, me marcho.
Aparte de la cámara, ¿qué material utilizas para obtener las imágenes?
Yo suelo portar un traje de camuflaje, un antifaz, lonas para cubrirme, guantes y una tienda de campaña. Intento esconderme entre la vegetación y colocarme detrás de un árbol para evitar que se me vea de perfil. En otros entornos como la tundra, donde no hay rincones para ocultarse, solo queda esperar y esperar.
«Prefiero que mis fotos sean algo menos ‘perfectas’ si eso significa no perjudicar en absoluto a ninguna especie»
¿Crees que tu delicadeza hacia los animales puede apreciarse en tus creaciones?
Sí. En alguna ocasión me han preguntado por qué mis fotos son tan dulces, ya que no hay ninguna imagen dramática. Yo me manejo mejor en la parte más calmada. No obstante, para documentar animales es imprescindible abarcar todas las dimensiones: las cazas, las peleas, las interacciones violentas entre animales…
Más allá de la dulzura, ¿tus fotografías tienen algún propósito reivindicativo?
Solo pido que el público que vea mis fotos piense “esto no se puede dañar”. Es decir, que puedan experimentar el vínculo con el animal. Por mi parte, únicamente puedo procurar ser lo menos intrusiva posible en mi trabajo y hacer fotografías que gusten para que tengan mayor difusión.
¿Sientes que este tipo de fotografías son una herramienta útil para concienciar a la población?
Desde luego. Estamos tan deshumanizados y tan acostumbrados a la negatividad que a menudo los detalles más sencillos pierden importancia. Hay cosas que no están bien en este mundo, pero las obviamos porque hay otras situaciones aún peores. No debería funcionar así. Los animales hay que respetarlos y protegerlos de verdad.
Hoy en día estamos bombardeados por estímulos diversos, sobre todo en las redes sociales. ¿Lo has notado cuando compartes contenido sobre fauna salvaje?
Así es. Las fotos más simples suelen pasar desapercibidas. Las que sí que arrasan son las que tienen detrás muchos recursos lumínicos y técnicas punteras de producción, porque reúnen el factor de espectacularidad. A mi juicio, no debemos perder de vista la esencia de este tipo de imágenes. La naturaleza es lo que se ve, y eso es justo lo que se debería transmitir. Sin artificios.
En el plano personal, ¿qué representan para ti los animales?
A mí me hacen sentir viva. Son lo menos hipócrita de este planeta. Las expresiones faciales de los humanos no me acaban de convencer. En cambio, la expresión de un animal es la definición de inocencia libre de falsedad. Son seres puros y limpios que actúan por instinto. Para mí no existen animales malos, solo animales con los que debemos convivir.
¿Llegaremos algún día a convivir en armonía con el entorno natural?
Es idílico pensarlo así porque ni siquiera hemos alcanzado la plena convivencia entre seres humanos, que podemos comunicarnos y supuestamente entendernos. Solo pido que las siguientes generaciones sientan empatía real por los animales. En este sentido mi hija lo tiene muy claro, porque lo ha aprendido con nosotros. Yo, de hecho, soy de esas personas que va con cuidado de no pisar los caracoles cuando llueve. Hacen falta más personas sensibles.