Por: Sebastián Otero y Ainara Izquierdo, alumnos del Máster en Periodismo de Viajes 2024.
Gerard Martínez, conocido como Luffy Traveling, es un intrépido aventurero que ha desafiado las convenciones y se ha embarcado en emocionantes travesías por Japón.
A diferencia de los viajeros convencionales, Gerard ha optado por recorrer este fascinante país haciendo autostop y viviendo en una furgoneta camperizada. Su valentía y espíritu explorador lo han llevado a descubrir lugares remotos, sumergirse en la cultura local y experimentar la verdadera esencia de Japón. Como el Ying y el Yang, Gerard se siente opuestamente conectado con las personas, su cultura y sus paisajes, de tal forma que es su quinta vez visitando Japón, y no piensa parar.
¿Qué te hace dejarlo todo, coger la mochila e irte a Japón?
Japón me ha gustado siempre, pero el ir ahí no era un objetivo clarísimo. Yo quería ver el mundo y simplemente me quería ir de viaje con la mochila donde fuera. Un día saliendo del colegio, encontré a un amigo que hacía poco que había venido de Japón. Me contó que ahí se puede dormir donde quieras, hasta en la carretera, y pensé, ‘qué guapo tío’. Empecé a trabajar a los 16 años y ya tenía la idea de irme. Terminé de estudiar y dije ‘me voy’. Al cabo de dos días compré el ticket con otro amigo y me fui. Desde entonces me ha encantado.
¿Qué sentiste la primera vez que pisaste el país?
Yo sentí que había llegado a casa. Me fui con 18 y hasta ese momento nunca me había sentido igual. Mi amigo se sintió como un turista normal, pero yo como ‘ya he llegado’. A partir de ahí, Japón me ha enamorado hasta el punto de querer vivir allí.
“Sentí que había llegado a casa”
Tu símbolo en redes sociales es la serie de anime One Piece, ¿en qué momento surge esta inspiración?
Desde muy pequeño veía la serie y pensaba que quería ser como Luffy, el personaje principal, pero nunca fui fanático de la serie. Realmente, de One Piece saco los valores, y esos son lo que he hecho yo de viajar y conocer gente, eso es lo que me ata a mí. Ya te digo, ni sus personajes ni otras cosas me atan, es el mensaje que ellos mandan.
¿El sombrero de paja que llevas siempre, te recuerda todo lo que representas cuando viajas?
La primera vez en Japón encontré una tienda de souvenirs donde vi el sombrero de Luffy, el protagonista de One Piece, y dije “me lo compro”. Por las risas lo empecé a llevar y ahora lo llevo siempre conmigo. Me acompaña en todos mis viajes. Lo llevaré hasta que no aguante más. Cuando ya no me lo pueda poner, lo dejaré en mi casa, en alguna vitrina o algo, o me lo seguiré llevando, pero no me lo pondré. Es más, durante mi último viaje no me lo he puesto casi nunca.
¿Cuál es la historia detrás de la furgoneta en la que viajas?
Las veces que hice yo solo autostop pensaba “si tuviera una furgoneta sería la hostia”, porque dormía en los parques o donde pillaba, y al final me terminaba doliendo la espalda. Pasan los años y eso se nota. Aquí en España tengo una furgoneta pequeña y hace tiempo me fui a Polonia con ella, y ese estilo de vida me gustó. Entonces pensé que por qué no hacerlo en Japón. Llegó la pandemia y buscando información vi que allí era muy fácil viajar en furgoneta. Hice el planning en mi casa, hice un dibujo de cómo quería la furgo, y llegué allí y era igual.
Mi plan inicial era llegar allí, comprarla y camperizarla. Pero haciendo eso iba a tardar varios meses y entonces encontré a un chico por Instagram que alquilaba su furgoneta porque se iba un año a Australia. Por 100 euros al mes me la alquiló. Éramos dos, un amigo y yo, así que nos dividimos el gasto. Durante todo un año, vivimos la gran experiencia de cruzarnos Japón en furgoneta.
¿Qué es lo más especial de Japón según Gerard Martínez?
Yo diría que la bondad de la gente. Yo aparcaba la furgoneta en cualquier lado para dormir, por la mañana me iba a correr y la dejaba totalmente abierta e incluso, a veces, con las llaves puestas. Volvía y todo seguía intacto. De hecho, muchas veces me encontraba en el retrovisor una bolsa de comida. Era gente que me había visto por la tele, o que no me conocían de nada y veían la furgo.
“Lo más especial de Japón, yo diría que es la bondad de la gente”
¿Y qué fue lo más duro del viaje?
Diría no hacer deporte. Yo soy mucho de hacer deporte, pero allí como no había una rutina acabé perdiendo unos 5-6 kilos. Entre eso y que no comíamos regularmente, y a veces poco, yo creo que fue lo más complicado.
¿Has construido una gran comunidad en Instagram, a esto se debe el reconocimiento entre las personas en el país del sol naciente?
Antes de ir esta última vez, el canal número uno de allí me mandó un mensaje diciéndome que irían al aeropuerto cuando llegara para hacerme una entrevista rápida.
Les gustó mi idea de viaje, y me dijeron si podían seguirlo por todo el país. A la gente le encantó la idea y todo el mundo flipó en Japón. Aunque, eso sí, tengo que decir que a mí las redes sociales no me gustan mucho.
Entonces, ¿no considerarías hacer un blog y monetizar?
No. De hecho no me gustan las cámaras, soy muy tímido. La idea de la tele de Japón lo hice porque me gustó y pensé que cuando sea mayor me gustará verlo. Pero con las cámaras no me siento cómodo y, además, hablar en público tampoco me gusta mucho. Es complicado. Sí que me podría sacar viajes gratis, o lugares para comer y dormir, pero me supondría trabajo también para ellos: hacer un post, vídeo… Y eso como no me gusta, prefiero pagarlo yo.
¿Cómo financiaste los gastos del viaje?
Con años de trabajo. Estuve trabajando el año anterior en MotoGP y ahorré muchísimo y gasté lo mínimo. Yo cuando tengo un objetivo lo cumplo. Esta última vez en Japón gastábamos 50 euros cada uno en la furgo, después la comida está tiradísima de precio, aunque muchas veces la gente me invitaba a comer, y la gasolina.
Además, allí en Japón, un día estaba caminando por la playa y una chica me llamó, “Eh eh el de la tele”. Me invitó a su chiringuito, y el jefe del local era un peruano que hacía años que no hablaba en español. Hablamos y me dijo que trabajara con él durante un mes y medio. También tuve la suerte de trabajar en Tokio pasando la escoba en un hotel en el que un amigo japonés estaba construyendo.
¿Has conocido a alguien que se haya robado tu recuerdo?
Ostia sí, muchísima gente. Yo estaba en Osaka, que queda en el centro de Japón, y una amiga me invitó a un festival de verano donde la gente va con kimonos. El festival era una locura, empujan unos carros gigantes de madera como del tamaño de un árbol, y van por todo el pueblo, la gente se hacía hasta daño.
En el festival conocí a un señor que me reconoció por la tele y me invitó a su casa a tomar algo. Nos hicimos amigos y él me dio su traje para formar parte del festival. Le pregunté: “¿Tienes hijos?”, y me dijo que sí, un chico de 18 años y una chica de 35. Pensé, “vaya diferencia”. Al cabo de un rato me dijo que su hijo había muerto en el festival a los 18 años de edad. El hombre me acogió como si fuera su hijo y me sentí como si eso fuera irreal. Él iba cada año al festival para recordar a su hijo fallecido.
Dejando a Japón a un lado. ¿Hacia dónde es la próxima aventura?
Junto a un amigo estamos trazando un plan para ir de Manresa a Australia en bicicleta, pasando por China, Tailandia… Al llegar al sur del todo, cogeríamos un barco hasta llegar a Australia y, una vez allí, trabajar durante un año. También tengo pendiente ir al Caribe en barco, pero eso ya llegará.
A través de su historia, Luffy Traveling es un auténtico aventurero que nos inspira a dejar atrás nuestros miedos y limitaciones, a abrazar el espíritu de la exploración y a descubrir la belleza oculta en cada rincón del mundo. Su travesía por Japón nos recuerda que la verdadera aventura está en la capacidad de abrirnos a lo desconocido, abrazando las culturas y lugares que nos esperan más allá de nuestras fronteras.