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«Nada te prepara para la muerte de un hijo»

Por: Álex Abelló, alumno del Máster en Periodismo de Viajes 2025

Isabel Cabestany Terés llega a los 100 años habiendo vivido momentos de gran felicidad, pero también episodios trágicos que marcaron su vida. De la inocencia de su infancia en el pequeño pueblo catalán de Sant Martí de Maldà, a los años duros de la Guerra Civil, cuenta, con la emoción a flor de piel, la historia de su vida.

La pérdida de su madre cuando tenía solo 10 años, el asesinato de su hermano en la Guerra Civil española, la muerte prematura de su hija y la ceguera de su nieta han sido obstáculos que no han impedido su capacidad de lucha y resiliencia para seguir adelante.

Testimonio de lucha, resiliencia y amor inquebrantable, Isabel afronta la última etapa de su vida esperanzada de encontrarse de nuevo con su hija y sus seres queridos. Preparada para su siguiente desafío, cuenta su historia, la de una mujer llena de cicatrices de guerra que ha sabido encontrar la fuerza necesaria para superar los momentos más oscuros que le ha deparado el viaje de su vida.  Recuerda, aunque el destino sea incierto y a veces injusto, siempre hay razones para seguir adelante.

Isabel, enhorabuena por su aniversario. ¿Cómo se imaginaba este momento?

Aún no me lo creo. Han pasado tantas cosas… Tengo la sensación de que he trabajado mucho y he perdido lo que más quería de este mundo: mi hija. Eso es lo peor. Perder a un hijo es perderlo todo. Yo la tuve, la traje al mundo y ahora que no está… es insoportable. Me acuesto y no puedo dormir. Hablo con ella, pero no me responde. Es muy triste.

¿Qué espera ahora de la vida?

Ahora debería estar feliz de haber llegado a los cien años después de todo lo que he pasado, pero no es así. Pienso en la muerte y en lo que vendrá. Me parece extraño haber llegado hasta aquí. Estos últimos años me han servido para pensar mucho. He dejado atrás muchas cosas, momentos muy complicados que, desgraciadamente, no voy a olvidar en la vida. He tenido que trabajar toda mi vida y creo que he hecho las cosas bien, sin hacer daño nunca a nadie. Al contrario, me lo hicieron a mí. Y eso no se los perdonaré nunca.

«El miedo, el hambre, la incertidumbre de no saber si los tuyos volverán a casa. Eso no se olvida jamás»

¿Por qué cree que la vida ha sido injusta con usted y su familia?

Siento que nos ha puesto demasiadas pruebas a lo largo de los años. Perdí a mi madre y mi hija demasiado pronto y eso es muy duro. Venimos de una familia republicana y tuvimos que vivir toda mi infancia y juventud con el miedo y la incertidumbre de qué pasaría con nosotros.

¿Cómo recuerda su infancia en Sant Martí de Maldà?

Fui una niña feliz hasta que todo cambió. Cuando tenía 10 años, mi madre murió por una negligencia médica. Fue un trauma enorme porque, a esa edad, no entiendes por qué tu madre desaparece de repente. Mi padre, que siempre fue un hombre trabajador y honesto, tuvo que hacerse cargo de mí y de mis cuatro hermanos como buenamente pudo.

Fotografía del día de la celebración del centésimo aniversario de Isabel Cabestany Terés

¿Qué impacto tuvo la guerra en su familia?

Vi cómo se llevaban a mi padre a la cárcel por ser republicano. Mi hermano fue enviado al frente con la quinta del biberón y lo mataron en la Batalla del Ebro. Eso no se olvida jamás. El miedo, el hambre, la incertidumbre de no saber si los tuyos volverán a casa. Siempre piensas que eso no te puede pasar a ti, pero de repente lo vives en primera persona y ya nunca vuelves a ser la misma persona.

¿Cómo fue reconstruir su vida después de la guerra?

Difícil. Muy difícil. La guerra te lo quita todo y después tienes que encontrar la manera de seguir adelante. Conocí a mi marido, un hombre bueno y trabajador que venía de Logroño. Nos casamos con veintitrés años y salimos adelante como pudimos. Pero la vida aún me tenía preparado otro golpe muy duro.

«La gente se ha olvidado de lo complicado que fue para mucha gente la época de la dictadura y la posguerra»

¿Se refiere a la pérdida de su hija?

Mi hija Maribel ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Cuando le diagnosticaron leucemia, con 52 años, no me lo podía creer. La perdí en menos de cuatro meses. Nada te prepara para perder a un hijo. Cuando fui a verla al hospital y me dijeron que no había nada que hacer, sentí que una parte de mí moría con ella. Aún hablo con ella cada noche. Aunque no me conteste, nunca dejaré de hacerlo.

Hábleme de su hija. ¿Qué imágenes le vienen a la cabeza con ella?

Recuerdo un viaje muy especial que hice a Francia, a Disneyland París, con mi hija, mi nuero y mi nieta. Pasamos ocho días maravillosos. Recuerdo ese viaje con mucho amor porque, en ese momento, éramos felices.

Hablando de viajes. ¿A dónde iba cuando era joven?

En mi casa nunca hemos tenido la oportunidad de viajar demasiado. La vida no nos lo puso nada fácil. Lo único que hacía era algún viaje a Lleida, Tàrrega o Cervera, porque mi padre estuvo encerrado en la cárcel de Cervera. Íbamos a verlo en carro y mula. En mi pueblo había unos quince o dieciséis hombres encarcelados por ser republicanos. Cada semana le llevábamos la ropa limpia y algo de comida, lo que podíamos. A veces, una tortilla de patatas.

Cuénteme más de ese período de tiempo.

Antes, con la dictadura, tenías que callar. Recuerdo los domingos, cuando los campesinos iban a trabajar porque no tenían dinero. Ahora la gente dice que no hay dinero, pero no estamos peor que hace 50 años. Nosotros tuvimos que realquilar una casa para poder vivir y mi marido tenía dos trabajos para poder llegar a final de mes. Hoy la gente se queja del coste de la vida, pero la vida siempre ha estado muy difícil. Nadie se acuerda ya de lo complicado que fue para nosotros y para mucha gente la época de la dictadura y la posguerra.

¿Qué echa de menos de su juventud?

Ha cambiado todo mucho. Antes la gente se ayudaba más. Ahora cada uno va a lo suyo. Y con la tecnología, la gente ya ni se habla. Cuando era joven, los vecinos eran como una familia para mí. Ahora nadie sabe nada de los demás. Nos hemos vuelto todos menos empáticos y sociables.

¿Qué consejo les daría a las nuevas generaciones?

Les diría que aprovechen cada instante, que no den nada por sentado. Que vivan y se diviertan, pero sobretodo que sean buenas personas. Que cuiden a sus padres y abuelos, porque la vida pasa muy rápido. Que no tengan miedo de trabajar duro y que nunca pierdan la curiosidad por el mundo. Viajar, aprender, conocer a gente nueva… Todo eso enriquece el alma. Y, sobre todo, que nunca se rindan, porque hasta en los momentos más difíciles siempre hay una razón para seguir adelante.

«La vida ha sido demasiado cruel conmigo y con los míos»

¿Qué es lo que más valora de su vida?

Haber amado y haber sido amada. A pesar de los momentos terribles, he tenido gente maravillosa a mi lado. Mi marido, mi hija, mi nieta… por ellos he seguido adelante.

Y de repente…su nieta.

Mi nieta es una luchadora. Se quedó ciega de forma repentina y tuvo que aprender a vivir sin ver. Siempre pienso que la vida ha sido demasiado cruel conmigo y con los míos, pero al mismo tiempo he intentado apoyarla siempre y hacerle ver que, aunque la vida sea injusta, también puede tener momentos maravillosos.

¿Cómo le gustaría ser recordada?

Como una mujer luchadora, sí, pero también como alguien que nunca perdió la esperanza. La vida me puso muchas pruebas, pero nunca me rendí. Me gustaría que me recordaran con cariño, como una persona que supo disfrutar de las pequeñas cosas a pesar de las dificultades.