Por: Camilo Moreno, alumno del Máster en Periodismo de viajes 2025
Lucas Moreno es trabajador social, pero si le preguntan qué es, su respuesta es clara: Corredor de carreras de aventura y papá de Matilda y Luis. Correr ha sido su pasión desde siempre, y no solo por el reto físico, sino por la sensación de libertad. Hace 15 años dejó su país y se fue a vivir a Suiza, donde ha construido su vida.
Hace 6 años, recibió una noticia que cambió su forma de ver la vida: Le diagnosticaron cáncer en los huesos. Pero en lugar de detenerse, decidió seguir adelante con más fuerza. La vida y las carreras tienen algo en común: No se trata de llegar primero, sino de disfrutar cada paso y nunca rendirse. Hoy nos cuenta su historia, cómo ha enfrentado los obstáculos y qué lo motiva a seguir corriendo.
¿Qué son las carreras de aventura?
Las carreras de aventura son carreras multideporte. La base de la disciplina es la orientación: todo se realiza con un mapa y una brújula, y en equipo. Hay equipos de parejas, tríos o cuartetos, que recorren cierta cantidad de kilómetros con el mapa, desarrollando diferentes disciplinas deportivas como trail running, bicicleta de montaña, kayak y rápel, entre otras. Todo se lleva a cabo al aire libre. Existen carreras cortas, que pueden durar entre 5 y 6 horas, y carreras de expedición que pueden extenderse por una semana. Una carrera de aventura puede abarcar desde 50 km hasta 800 km.
¿Cómo llegaron las carreras de aventura a tu vida?
Eso fue a finales de los 90. Como cualquier adolescente en Medellín, estaba viendo televisión cuando apareció una carrera en la Patagonia, Argentina, llamada Eco-Challenge. Desde el primer momento, hermano, me fascinó, me encantó. Era la primera vez que un equipo de Colombia participaba, y era de Medellín. Yo conocía a un integrante de ese equipo, así que en ese momento pensé: «Si este man puede, yo también puedo en algún momento».
¿Qué partes del mundo has conocido por las carreras de aventura?
Las carreras de aventura me han hecho gastar mucha plata, pero también me han permitido conocer muchas partes del mundo. Creo que también fueron una excusa para poder viajar. Vengo de una familia que, aunque trataba de darme ciertas cosas, los viajes no estaban dentro de las posibilidades. Pero siempre tuve el deseo de viajar, de sentirme libre, de estar en contacto con la naturaleza. Las carreras de aventura fueron la excusa perfecta para hacerlo. Gracias a ellas, he recorrido casi todos los continentes; solo me falta Australia.
¿Qué carreras recuerdas con más cariño y por qué?
Todas las carreras son especiales, independientemente de cómo nos vaya. Cuando nos va bien, son increíbles; cuando nos va mal, son aún más especiales porque aprendemos. Recuerdo mucho la primera que corrí en Santa Elena, Colombia. Era un adolescente y todos nos miraban diciendo: «Esos chicos no van a llegar». Y llegamos a la meta. También tengo muy presente el campeonato mundial en Paraguay. Recuerdo los atardeceres, el cansancio, la fatiga, pero también el hecho de estar con mis amigos corriendo.
¿Cuál es tu motivación para seguir entrenando y corriendo?
Entrenar y correr con amigos. Corro con los mismos amigos desde hace casi 20 años, y eso me motiva porque es la oportunidad para vernos. Uno entrena muy duro para que la carrera no le dé tan duro a uno. Además, está la emoción de encontrarse en sitios donde, en condiciones normales, uno no pasaría. ¿Quién se tiraría a un río en la mitad de la noche? Este deporte te lleva a hacer cosas así. Creo que mi motivación es la misma vida, hermano. Es eso.

Foto cedida por: Lucas Moreno
¿Cuál fue tu reacción cuando te diagnosticaron cáncer?
Fue lo opuesto a lo que muchos podrían pensar. Mi primer pensamiento fue: «No voy a poder rendir lo mismo de antes».
Es algo con lo que me confronto hoy en día, porque me canso más rápido y debo ser más precavido. Pero cuando recibí el diagnóstico, estaba a punto de correr una carrera. Lo hablé con mi equipo y, en vez de decir «no voy a correr», decidí hacerlo con más ganas. Si uno va pa’l otro lado, se tiene que ir haciendo lo que a uno le gusta. Yo no sueño con tener un carro último modelo ni con una casa gigante; mi sueño es montar mi bicicleta o caminar en las montañas.
¿Qué papel jugó el deporte en tu recuperación?
Muy importante. Practicar un deporte como este te enseña a soportar el dolor y a sostenerlo durante largos períodos de tiempo.
Aprendes a pensar con cabeza fría, a parar cuando es necesario, a reflexionar y a seguir adelante. En este tipo de deportes, uno se acostumbra a levantarse cada día con un reto, a completar las tareas diarias hasta llegar a la meta: la noche.
¿Cuál es la enseñanza más grande que te han dejado las carreras de aventura?
La primera enseñanza es que el sol sale para todo el mundo. Cuando uno está en la mitad de la carrera, con frío, mojado y cansado, es fácil decir: «Pobrecitos nosotros». Pero no. Los otros equipos también están sufriendo. Cuando se acaba la lluvia, se acaba para todos. Esto me ha enseñado a no ser condescendiente conmigo mismo.
¿Las carreras de aventura son un deporte o un estilo de vida?
Es un estilo de vida. Las personas que están a mi alrededor se han acostumbrado a verme así. Me ha pasado con mi esposa y mis hijos. Me preguntan: «¿Papi, qué vas a hacer este fin de semana?». Y yo les digo: «Estoy pensando en salir de casa y cruzarme el país en bicicleta en una noche». Al principio, mi esposa pensó que estaba loco. Luego, entendió mi estilo de vida y lo ha apoyado. Y aquí vamos, como decimos en mi tierra, «buscándole la comba al palo».